El hambre acechaba y el atasco para salir de la ciudad era épico, así que para cuando llegamos a la costa decidimos que la mejor opción seria ir a ver Easbourne, descansar un rato, comer algo e irnos hacia los acantilados después.
Las Seven Sisters |
No vamos a mentir, Eastbourne es exactamente igual a cualquier otra ciudad costera inglesa, con la excepción de que esta da un poco de pena verla: para ser un día de fin de semana, nadie andaba por las calles principales y el tiempo que se iba estropeando cada vez mas no ayudaba.
Entramos en un pub y comimos nuestro Sunday Roast como Dios manda (especial mención a el imponente Yorkshire Pudding que me pusieron de 15x10 centímetros...) y tiramos hacia el coche escapando de la espantosa ciudad dirección las Seven Sisters.
Como se ve en la foto de arriba, pero que no se puede apreciar ni un 1% de la altura que tienen en persona, paredes verticales de roca caen desde hasta mas de unos 100 metros de altura hasta la gravilla que va quedando en la playa... Llegamos, nos asomamos tirados en el suelo y por primera vez en mi vida sentí lo que el vértigo puede hacer a alguien... impresionantes pero dan un miedo de la leche.
El Brighton Pier huracanado |
Tras ver los acantilados tiramos hacia Brighton, llovía cantidad y el viento movía el coche como si llevase el volante el mismo... el caso es que al llegar, aparcamos, buscamos alguna cafetería y nos fuimos hacia la playa, a ver la locura de viento que azotaba la costa, que hacia temblar los soportes del Pier... Nos metimos en el espigón que tiene el gran donut y nos tuvimos que salir ya que algunas olas se colaban dentro amenazando el seguir secos...
Después nos acercamos al Pier a gastar mas monedas de 2 céntimos en las maquinas 'empujamonedas' tan típicas de los Amusements de los Piers británicos. Tras eso, cogimos el coche de vuelta a Londres, y después de unas horas atascados en la M-25 llegamos a nuestro apartamento... Vaya día!
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